12 de noviembre de 2010

El recorrido de la vergüenza

Faltan 2 minutos para que salga. O incluso menos. Pero nunca se sabe, puede que se adelante, o incluso que se retrase porque hay demasiada gente. Empiezas a correr. La gente mira, ¿qué más da? Tú sólo quieres llegar a casa, y pronto. Reduces la velocidad en los tramos con escaleras, los saltas, los bajas trotando, como sea. Llegas a las escaleras mecánicas, y subes corriendo por el lado izquierdo, siempre y cuando no haya algún despistado que no se aparta y está parado.

Lo ves parado y que la mayoría de la gente ya está en ello. Sus miradas te siguen en tu carrera. Algunos piensan "no va a llegar" y otro "jaja, está corriendo". Finalmente, lo alcanzas y pagas lo que debes. Comienzas a andar entre la gente, mientras te mira con un profundo odio "por tu culpa no hemos salido 10 segundos antes". Finalmente, acabas sentandote, si es que hay sitio, donde puedes. A partir de aquí te conviertes en uno más de ellos: cada vez que entre alguien, también le mirarás mal por retrasar tu llegada.

Y esto es lo que pasa cuando vas muy apurado para coger el autobús.

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