23 de junio de 2010

Quedan 20 segundos... No, espera, quedan 6 horas

Muchos de vosotros estaréis hartos de, a la hora de descomprimir un archivo, moverlo de sitio, o grabar un disco, vuestro querido sistema operativo Windows XP muestre una ventanita de un documento volador que se transporta de una carpeta a otra, y abajo una barrita verde (con la que todos jugamos a adivinar cuando crecerá... bueno, tal vez no todos, pero yo sí) junto a un indicador de tiempo restante. El problema es que dicho indicador resulta menos fiable que un correo electrónico de un banco en inglés en el que no tienes ninguna cuenta.

Empezamos esperanzados: quedan 4 minutos. Bien, por lo menos no es mucho tiempo. Pero no hay que confiarse, señores. Porque acto seguido nos da otro atisbo de esperanza: quedan 60 segundos. "¡Pues sí que han pasado 60 segundos rápidos!". Eso nos gustaría creer. Porque cinco segundos después, no, no quedan 55 segundos: quedan 9 minutos.¿Cómo es posible? Para saberlo tenemos que conocer más a fondo la historia. Y cómo no, me la voy a inventar os la voy a contar.

Era el día de hacer el Windows XP. La sede de Microsoft era un follón. Volaban ratones, teclados, CDs y pen drives. De repente, Bill Gates decidió por un orden, provocando un fuerte golpe con la "gate" y amenazando a los empleados con un pantallazo azul. Bill estaba ya harto del comportamiento de sus trabajadores, cada uno hacía lo que le salía del salvapantallas, e incluso uno de los ideólogos del nombre quería llamarlo "Windows XD", pero Bill dijo que por ahí sí que no pasaba.

El caso es que Bill decidió que era hora de poner orden, y comenzó a asignar diversas tareas a cada empleado. Se podían oír conversaciones tipo "¿Qué te han asignado a ti?" "Yo tengo que hacer el buscaminas..." "Pues no te quejes, que a mí me ha tocado desarrollar el WordPad, que no lo va a usar nadie". Entre tanta programación surgió de todo, con pequeños problemas que quedaron eclipsados por grandes proezas de la informática como el Paint o la Calculadora.

Entre estos pequeños problemas, estaba el desarrollador de nuestro amigo el contador de tiempo restante. Su programador nunca tenía hora, y siempre miraba la hora en el ordenador. Pero claro, si tenía que programar algo en el ordenador, no podía ver la hora a la vez. Nunca fue bueno en matemáticas, por lo que desarrolló un nuevo sistema de tiempo, que consistía en que tanto el número como el nombre de la cuantía de tiempo surgiesen aleatoriamente. Por supuesto, se lo enseñó a Bill, pero a este le molaba mucho más la animación de la hoja voladora, por lo que no se fijó en el número, y hasta el día de hoy, nadie ha decidido revisarlo.

También debemos admitir que no fue el único pequeño problema: cómo no, el círculo de amigos del programador gafe fue víctima de desarrollar creaciones como el firewall de Windows, las actualizaciones automáticas o Internet Explorer. Creemos que alguno de ellos era el hijo de Bill.

Espero que os haya gustado la historia y recordad, no os fiéis del contador porque no llegaréis a ningún lado. Simplemente, si el archivo ocupa poco, tarda poco; si ocupa mucho, tarda mucho; si tienes un ordenador lento, siempre tardará mucho, mucho.

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